Hace ya más de cincuenta
años, cuando estudiaba en el Colegio de los PP. Agustinos en Madrid, tenia un “profe”
de latín que se llamaba padre Edelmiro Merino, y cuando los lunes acudíamos a clase
con la lección cogida con alfileres y la tarea a medio hacer, se ponía en medio
del aula, extendía los brazos en cruz y mirando al cielo gritaba “POST FESTUM PESTUM…..”,
a partir de ese momento nos íbamos preparando porque los ceros y las collejas volaban
a partes iguales; desde entonces para mí los días posteriores a las fiestas los
recuerdo en conmemoración a aquel cura sabio profesor de latín.
Mira tú por donde el día
dos de enero, acudí a la Junta Municipal del Distrito donde ahora resido en
Madrid para solicitar un documento para la Tia Bea, que a su vez nos habían pedido
en la Comunidad de Madrid. Hasta aquí lo normal, media horita esperando a que
apareciera el dichoso número que tenia en la pantalla y por fin me puedo sentar
frente a un funcionario que por la expresión de su cara me hizo recordar al
padre Edelmiro; le expuse con toda la claridad de la que soy capaz el motivo de
mi solicitud. En ese momento me miró, antes había sido transparente a sus ojos
y me dijo “es imprescindible la presencia de la persona que lo solicita”,
le explico que se trata de una anciana cuya movilidad se reduce a escasos cinco
metros, los que hay de su dormitorio al baño y al comedor; entonces me dice que
necesita su DNI, lamentablemente no lo tengo en ese momento en el legajo de
papeles que llevo, le enseño la cartilla de la Seguridad Social, cartilla
medica, cartilla del banco etc. etc. etc., nada, no puede ser sin DNI la
administración no funciona.
Regreso a casa jurando en
arameo, sánscrito, gallego y bable, por el camino me encuentro a un conocido y
casi ni lo saludo por el cabreo que llevo. Busco entre sus pertenencias el
dichoso DNI, y por fin aparece, me lo meto en el bolsillo con la mano encima, no
me ocurra la desgracia de perderlo porque seria el fin del mundo
administrativo.
Otra espera hasta que
sale mi numerito en la pizarra, ahora me atiende una joven funcionaria que también
tiene “cara de lunes”, la vuelvo a contar mi historia pero ahora le pongo sobre
su escritorio el DNI que pensaba yo que solucionaría todos los problemas y me abriría
todas las puertas; pero NO, la
señora me dice que necesita una autorización escrita de mi tia para poder
obtener tan codiciado documento, me siento en ese momento como el difunto Paco
Martinez Soria en cualquiera de sus películas “un paleto”, de nada me sirve explicar que otro funcionario no me había
dicho nada de la dichosa autorización, ni flores, posición frontón, imposible
razonar, entonces aparece el anterior funcionario y me recalca “por supuesto que le he dicho que necesita la autorización…..”, lo que me deja al
borde de pedir hora con un psicólogo. Para que me trate el alzeimer que me ha
aparecido súbitamente y sin haberlo notado nadie de los que me rodean.
Cuando me levanto de la
mesa con un cabreo monumental, me dicen al unísono, vamos al mismo tiempo los
dos “este tramite también lo puede
solicitar pidiéndolo en el teléfono 010”, o sea que un ciudadano de Cevico Navero
puede solicitar por teléfono lo que a mi me niegan porque les falta la
autorización escrita; me pregunto ¿cómo demonios se
puede ver la autorización a traves de Movistar?.
Conclusión, me marcho echando
humo como una locomotora de vapor.
Hoy acudo de nuevo con el
Archivo de Indias a la espalda por si acaso; me atiende otra funcionaria
diferente, su cara ya es de día jueves, con una sonrisa me da el codiciado
documento sin apenas comprobar si la autorización es buena o no, por supuesto
no me solicita mi DNI.
Efectivamente el padre
Edelmiro tenia razón como un santo, por eso sería cura, digo yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario