Hoy os voy a contar una
historia que he recordado de cuando era pequeño e iba de vacaciones a Asturias
a la casa de mi abuela.
Mi abuela tenía un burrito
pequeño, gordito, un poco peludo con una mirada un poco triste, tal vez porque tenía
un ojo un poco distraído, vamos que casi
te daban ganas de abrazarlo si no fuera porque el burrito de marras era muy
pero que muy terco.
Siempre en verano estaba
pastando en un prado enorme donde había abundante hierba fresca, también tenía
un pequeño arrollo de agua abundante y limpia donde beber, además de varios árboles
frutales que le proporcionaban de vez en cuando un rico postre a sus comidas, vamos
que aquello parecía el Paraíso Terrenal.
Bueno pues a pesar de
todas estas maravillas el dichoso burrito en cuanto podía se saltaba la cerca y
se metía en el maizal del vecino, allí retozaba se revolcaba y se ponía patas
arriba dando rebuznos de alegría. Mi abuela lo volvía a traer por el ronzal al
prado de donde se había escapado y le explicaba que aquello no estaba bien
hecho y que no lo volviera a hacer; Ori que así se llamaba el burrito, la
miraba como si la entendiera, pero nada a la más mínima oportunidad volvía al
maizal.
Pero un día apareció por
el prado para desgracia de Ori mi tío Fernando que era lo más parecido a un
armario ropero de cuatro cuerpos de roble, justo en el momento que había tomado
las de Villadiego, mi tío se fue a por el prófugo y lo trajo del ronzal pero de
una manera un poco menos suave que lo hacia mi abuela.
Luego ya en territorio
propio le aplico lo que ahora se llamaría el artículo ciento cincuenta y cinco
pero en la versión menos light, Ori protesto e incluso hizo un amago de
revolverse pero mi tío le convenció de que lo mejor es que se estuviese quieto
y no complicará más su pienso.
A los pocos días vino un
camión de caja abierta, supongo que para que fuera viendo el paisaje asturiano,
y se llevo a Ori y a unos cuantos animales más que parece que se habían solidarizado
con su postura. Cuando al año siguiente volví de vacaciones el prado era un paraíso
de paz y sosiego, los pajaritos cantaban, las mariposas revoloteaban de flor en
flor y ya nadie se acordaba de aquel burrito gordito y de mirada distraída.
No seáis mal pensados,
esta historia es pura casualidad con lo que sucede en nuestros días por estos
pagos….