sábado, 16 de diciembre de 2017

EL BURRITO DE MI ABUELA ...........

Hoy os voy a contar una historia que he recordado de cuando era pequeño e iba de vacaciones a Asturias a la casa de mi abuela.
Mi abuela tenía un burrito pequeño, gordito, un poco peludo con una mirada un poco triste, tal vez porque tenía  un ojo un poco distraído, vamos que casi te daban ganas de abrazarlo si no fuera porque el burrito de marras era muy pero que muy terco.
Siempre en verano estaba pastando en un prado enorme donde había abundante hierba fresca, también tenía un pequeño arrollo de agua abundante y limpia donde beber, además de varios árboles frutales que le proporcionaban de vez en cuando un rico postre a sus comidas, vamos que aquello parecía el Paraíso Terrenal.
Bueno pues a pesar de todas estas maravillas el dichoso burrito en cuanto podía se saltaba la cerca y se metía en el maizal del vecino, allí retozaba se revolcaba y se ponía patas arriba dando rebuznos de alegría. Mi abuela lo volvía a traer por el ronzal al prado de donde se había escapado y le explicaba que aquello no estaba bien hecho y que no lo volviera a hacer; Ori que así se llamaba el burrito, la miraba como si la entendiera, pero nada a la más mínima oportunidad volvía al maizal.
Pero un día apareció por el prado para desgracia de Ori mi tío Fernando que era lo más parecido a un armario ropero de cuatro cuerpos de roble, justo en el momento que había tomado las de Villadiego, mi tío se fue a por el prófugo y lo trajo del ronzal pero de una manera un poco menos suave que lo hacia mi abuela.
Luego ya en territorio propio le aplico lo que ahora se llamaría el artículo ciento cincuenta y cinco pero en la versión menos light, Ori protesto e incluso hizo un amago de revolverse pero mi tío le convenció de que lo mejor es que se estuviese quieto y no complicará más su pienso.
A los pocos días vino un camión de caja abierta, supongo que para que fuera viendo el paisaje asturiano, y se llevo a Ori y a unos cuantos animales más que parece que se habían solidarizado con su postura. Cuando al año siguiente volví de vacaciones el prado era un paraíso de paz y sosiego, los pajaritos cantaban, las mariposas revoloteaban de flor en flor y ya nadie se acordaba de aquel burrito gordito y de mirada distraída.

No seáis mal pensados, esta historia es pura casualidad con lo que sucede en nuestros días por estos pagos….